4º y último capítulo de esta primera serie de viajes, centrada en el país vecino del Magreb. Tras recorrer la ciudad, el Atlas y el Sáhara Marroquí, nos disponemos a descubrir su vertiente marítima, la costa Atlántica. Tras un intento fallido de desplazarnos esta vez en autobús público, la restricción de horarios nos obligó una vez más a reservar una excursión planificada desde el hotel hacia Essaouira.
Essaouira, a unos 200 km en línea recta de Marrakech, es la ciudad costera más cercana. Antigua colonia Portuguesa, Essaouira aún conserva una atmósfera colonial y portuaria, manifestada en su arquitectura y el entramado de sus calles, mucho más ordenado y similar al de las ciudades marineras del sur de Europa.
El trayecto hacia Essaouira transcurre a través del paisaje llano y agrícola de la Argania, región famosa por el cultivo del Argán, árbol de porte similar al olivo y de cuyo fruto, similar a la almendra, se extrae un aceite al cual se le atribuyen numerosas propiedades tanto alimenticias como medicinales o estéticas. Nuestro microbús se detuvo delante de un campo de Arganes, en cuyas ramas pudimos ver como las cabras, con sorprendente equilibrio, ramoneaban desafiando a la gravedad y arriesgándose a una caida de varios metros hacia el suelo. Más adelante, el camino alcanzaba una fábrica de aceite de Argán, donde pudimos ver como su elaboración, 100% manual, era labor destinada a las mujeres exclusivamente, las cuales machacaban y molian las almendras de argán hasta extraer el valioso aceite.
Tras regresar al microbús, éste ya no se detuvo hasta llegar a Essaouira, donde nos dejó al pie del puerto. Inmediatamente nos dirigimos hacia las murallas que rodean el centro histórico de la ciudad, un entramado de callejuelas y plazas con edificios altos de paredes blancas y amplios portales. Nuestro paseo por el interior de las murallas transcurrió entre mil y un bazares, fruterias y tiendas de artesanía local, hasta que llegamos a un mirador, con una vista privilegiada del océano atlántico. A la hora de comer, nos dirigimos al puerto, donde se localizan varios restaurantes especializados en pescado. Como siempre, hay que ir con cuidado con el precio y regatear si es necesario. Sin embargo vale la pena por la calidad del pescado y el marisco de la zona.
La tarde transcurrió sin sobresaltos. Volvimos al centro histórico, donde realizamos algunas compras y nos detuvimos en una plaza, cercana al mar, para degustar nuestro último té a la menta. En ese momento pudimos ver que, en realidad, estábamos rodeados de turistas, pero un turismo diferente, especializado en el surf. En Essaouira, además, se celebra un festival de música Africana que atrae a un gran número de visitantes extranjeros cada verano.
Finalmente, volvimos al microbús y de ahí a Marrakech. Al dia siguiente, mis otros 2 compañeros de viaje regresaron a casa, mientras que yo me quedé un dia más en Marrakech, que aproveché para dar mi último paseo por la ciudad y para cenar con la pareja de amigos con quienes nos tomamos las uvas.
En definitiva, Marruecos es un destino muy recomendable incluso para el principiante. Os podreis comunicar en castellano principalmente con taxistas, algunos comerciantes y trabajadores del Hotel pero al salir de Marrakech os será más útil hablar Francés e incluso algo de Árabe. Otro asunto importante es el dinero: 200 euros dan para 6 dias en Marruecos, aunque no os sobrará mucho dinero. Quizás 250 euros sea más apropiado para evitar imprevistos como por ejemplo, no tener suficiente dinero para coger un taxi hacia el aeropuerto y depender del imprevisible autobús urbano. Otro consejo es salir hacia el aeropuerto con tiempo, ya que en el control de pasaporte se generan colas importantes, además de en facturación. Sin embargo, no hay mucho más que tener en cuenta, Marruecos es un país seguro si uno hace uso del sentido común y de la lógica. Un país para descubrir.